El Granada hizo todo por vencer en Anoeta pero cuando parecía perdido, Ighalo obró el milagro
Lucas Alcaraz volvía a sentarse en el banquillo que le dio vida un año atrás. En una situación similar a la actual, el Granada visitaba a una Real Sociedad en plena puja por la Champions. Tras resistir durante buena parte del partido la avalancha de juego local, salvado por los postes, el Granada lograba obtener un empate salvador en la última jugada del partido por medio de Recio. El guión no podía ser más similar al sucedido en esta nueva ocasión.
Riki sustituía a Brahimi en la delantera mientras una Real Sociedad que esta vez no se jugaba nada, salía con Griezmann, Vela, Seferovic y Canales. A excepción de Agirretxe, toda la artillería. Y en los primeros minutos, el Granada no las veía venir. La velocidad y asociación de Griezmann, Canales y Vela, unidas al atrevimiento de sus laterales, hacían sufrir y mucho a los visitantes. Al minuto veinte, la Real superaba la decena de acercamientos con peligro. No obstante, acusaba la falta de acierto de un Seferovic discutido y sin continuidad durante la temporada.
Por su parte, los de Alcaraz procuraban calmar la tempestad txuri urdin mimando la posesión y amenazando con el balón parado. A la media hora, sin embargo, el Granada despertaría. Primero El Arabi, que no alcanzaría con la testa un centro desde la izquierda, y posteriormente Recio hasta en tres ocasiones, con disparos desde dentro del área que por falta de puntería, fuerza y mala suerte, no acabarían entre las redes. Canales también haría temblar al larguero y a Karnezis con un disparo de fuera del área. Antes del descanso, Seferovic erraba incomprensiblemente ante el griego. Con el miedo en el cuerpo, agradecidos por el resultado y a la vez con remordimientos por las ocasiones falladas, el Granada volvía a la caseta.
Pese al susto inicial de Iñigo Martínez, los granadinistas ganaban metros aumentando su posesión de balón. Cuando mejor asentado parecía el equipo más necesitado, encontraría la cruz. Recio veía dos amarillas por reclamar un penalti por manos del propio Iñigo. El paleño no parecía tener razón, pero el castigo de Teixeira fue severo causando la indignación de un futbolista que se mordía la lengua y que replegaba sus puños. No se había llegado al minuto diez de la segunda mitad cuando el Granada veía cómo el partido se le iba y con él, la vida. No obstante, Mikel González decidía que no era justo para los intereses del equipo de la Alhambra, y se ganaba la roja directa con una entrada salvaje sobre Iturra apenas tres minutos más tarde.
La ocasión más clara para la Real, antes del gol, sería para Griezmann, que en el 59’ veía como El Arabi sacaba bajo palos su testarazo casi sin ángulo. El Granada no sabía ya si el empate era bueno o si debía por el contrario ir al ataque. Ante todo precaución; pero las piernas pesaban. Especialmente en Piti, que llevó a cabo un espectacular trabajo sin balón. Pero el capitán de su equipo reivindicaba su calidad pese a toparse con el poste tras una excelente maniobra dentro del área. La fortuna no estaba con un Granada que ya había perdonado con un remate a bocajarro de El Arabi que se marchó por encima del larguero.
Perdonaba la Real, pero también lo hacía el Granada. Vela apuñalaba el corazón. Su latigazo, liberado de la marca de los centrales, hacía sangrar a su rival. Pero entre la sangre surgió el orgullo cuando las piernas no responden. Piti era el claro ejemplo de un equipo que quería pero no podía. Buonanotte aportaba espíritu pero no eficacia. Hasta que una estrella bajó del cielo. Su nombre y su vitola es conocido de sobra en Granada y en toda España.
Odion Ighalo daba vida al Granada cuando la perdía por la pista de atletismo de Anoeta. Partiendo en posición de fuera de juego, remataba de la forma menos ortodoxa posible un mal control de Murillo. Tenía que ser él. El punto es más importante por lo que significa en la mentalidad de los futbolistas que lo que varía en la tabla. Sigue faltando una victoria. Pero el lograr las tablas con todo perdido, y la explosión de euforia en cada futbolista, activa la confianza de toda la plantilla, que pasan en segundos de ver cómo se desaprovecha una buena ocasión –visto el partido, la fortuna y las ocasiones erradas- a convertirse en héroes del último segundo. El partido ante el Almería debería ser el de la salvación.