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La gloria del Granada está en juego este domingo en Valladolid y no valen excusas ni reproches

Dicen los expertos que es la Cuenca de Granada la más activa sísmicamente de Andalucía, llegando a registrar más de cien microterremotos al año. Después de 37 jornadas de irregularidad intrínseca, de momentos altos y bajos que describen mejor que nada los latidos de la ciudad, al Granada CF le ha llegado la hora de la verdad.

Quizás por el peligro coronario, la última página de este nuevo libro de 3420 minutos volverá a recitarse lejos de la Alhambra. Esta vez, en Valladolid, una ciudad que contempla acercarse el infierno más peligrosamente si cabe que los rojiblancos nazaríes. Porque el barquero Caronte de la Segunda División espera impaciente en la orilla que dos nuevas víctimas pierdan pie y caigan junto al Betis. Después de muchos meses de reproches, de exaltaciones y de griterío, se han acabado las prórrogas.

Afronta el Granada su gran final con un mal que no le había acompañado en los últimos años: la falta de pasión. Un equipo deprimido, consciente de que el propio plantel esperaba más de todos y cada uno de los jugadores. Pero con una nueva motivación que parece surgida de las cenizas: los granadinistas que estarán en la grada, cuando más lejos parecía la afición de sus ídolos. Queda esperanza.

Y no es que quede como un último recurso para no abandonarse a la laguna del Tártaro; queda porque no es la primera vez. No es la primera vez que el Granada se juega la vida en un templo ajeno. Para el recuerdo quedará la eliminatoria ante el Elche para el ascenso a Primera División. Dos penaltis errados en Los Cármenes lastraban la confianza del equipo. Los ilicitanos tenían lo que querían. Pero el Granada dio un puñetazo sobre la mesa cuando más muerto parecía. Y una sombra se deslizó entre las palmeras y el 7 adornaba un nombre de semidios como es el de Odion Ighalo.

Queda esperanza porque hay motivos para tenerla. También para abandonarse, pero rendirse es una elección demasiado fácil. No es el momento de golpearse el pecho ante la tragedia creando una herida vestida de razón. Es el momento de creer. Es el momento de estar, en Pucela y en la distancia, con el Granada CF.