La remontada ante el Deportivo muestra las nuevas señas de identidad del conjunto rojiblanco
No era el primer partido de Joaquín Caparrós como técnico del Granada CF en el Nuevo Los Cármenes. Para ello estuvo el Trofeo Diputación ante el Atlético Tetuán. Sí que fue, no obstante, la verdadera puesta en escena de un nuevo proyecto. A falta de nombres, el más ilusionante de la era Pina. Y arrancó con victoria y remontada ante el Deportivo de la Coruña. Las reacciones en el segundo tiempo, fundamentales.
Primer día en el cole para Deportivo y Granada. Caras nuevas, ilusión y miedo. Pero, sobre todo, carencias. Dos equipos que aún esperan reforzarse con urgencia en ciertas posiciones (sobre todo el Deportivo) y que ofrecieron lo que estaba en su haber con el objetivo de llevarse los tres primeros puntos de la temporada. La primera parte fue sosa. Ninguno de los dos conjuntos lograba trenzar jugadas en campo rival y ante ello, ambos recurrieron al juego directo más pragmático.
Fariña era el primero en inquietar al debutante Dimitrievski. Rochina contestaría con un golpeo impreciso. El Deportivo parecía hacerse con el partido pero el Granada no quería que sucediera; un chispazo de Machís estuvo a punto de conectar con el remate dentro del área de El-Arabi. No fue así, y a la siguiente el Deportivo no perdonaría los errores de dos de los debutantes en Primera División. Héctor Yuste pecaba de inocente al despejar el balón y Cavaleiro se encontraba un balón franco para chutar y que las débiles manos de Dimitrievski hicieran el resto.
El Deportivo se ponía por delante con lo justo, aunque demostraba tener más ideas que el Granada con el balón. El partido entró así en una vorágine de interrupciones blanquiazules ante los intentos granadinistas.
Llegaba el descanso, y Caparrós sabía que debía reaccionar. Apostó de inicio que más le convenció durante pretemporada, pero debía cambiar piezas. Se decidió con fuerza por Iturra y Ortuño, que entraron por Yuste y Juan Carlos. Machís caía, así, a banda izquierda. Pronto, el chileno demostró por sí mismo qué pretendía su entrenador con el cambio. No mejoró la salida de balón, más bien todo lo contrario; pero cambió el equipo. Iturra le dio al Granada un nuevo espíritu, un brío hasta entonces inexistente y que en la grada bien conocían del año anterior. Ortuño, por su parte, añadió hambre, mordiente y calidad.
El primero en morder, sin embargo, sería Luisinho, asustando con una internada en el área. Pero el Granada ya era otro, y Caparrós dejó ver una novedad táctica con balón. Con posesión a favor, el equipo mutó del 4-4-2 al 4-2-1-3. El fútbol del equipo comenzó a girar en torno a Rochina, con libertad para ir hacia la mediapunta –probablemente para suplir las deficiencias con balón de Iturra- y aparecer por cualquiera de las dos bandas. Rochina, que abusó en ocasiones de su conducción y del riesgo de la misma en campo propio, se desveló como un jugador con visión además de calidad individual que puede ser muy importante. Ganó el Granada y ganó Fran Rico, que comenzó a hacerse el jefe del centro del campo.
El Granada acorralaba al Deportivo y tuvo premio. Rochina lograba el empate en una jugada también con sello de Caparrós. Un balón en largo a Ortuño se transformaba en una excelente dejada en la frontal que Rochina no desaprovecharía con el cañón de su zurda. Los Cármenes sonreía porque, a falta de fútbol, se identificaba con su equipo. Peleón, corajudo. Lo que rara vez supo transmitir bajo el mandato de Alcaraz, aunque la propuesta futbolística fuera probablemente de intención más preciosista. Con las tablas en el marcador, Víctor Fernández apostó por la verticalidad de sus jugadores de banda alineando a Cavaleiro en punta para sacar a Babin y Mainz de la comodidad de un inmóvil Toché.
Con el partido algo más tosco, apareció el balón parado. Ese que con Caparrós se antoja importantísimo. Avisaron Nyom y Mainz pero fue Babin, quien ya se había estrenado en Los Cármenes con dos goles en el encuentro ante el Atlético Tetuán, el que culminara la remontada. El francés es un miura en el área con un martillo en la cabeza. Los registros que obtuvo en el Alcorcón no fueron casualidad.
De ahí al final, el Granada supo cerrar el partido. Caparrós renunció a dar entrada a Success y apostó por Foulquier para dotar de físico a un equipo que comenzaba a acusar el cansancio. El francés supo entender el partido perfectamente y el Deportivo, aunque buscó con Cuenca y compañía el hueco que dejaban una pareja Iturra-Rico demasiado abierta, se marchó de Granada con cara de tonto. Granada ya conoce a Caparrós. Y Caparrós ya conoce a Los Cármenes y a Manuel Iturra. Mucho por mejorar, con la compañía de los tres primeros puntos.