LaOpiniondeALConfieso que el fútbol no siempre me gustó. Fue una afición adquirida con el tiempo y la familia que acabó anclando en el puerto de mis intereses. Tuve recelos de pequeño sobre la verdadera importancia de este deporte y durante mucho tiempo consideré que jugar o disfrutar del fútbol era un acto de simple abrazo social. La pertenencia a un grupo. Sin embargo los años acabaron enganchándome como a uno más.

El fútbol como casi todo lo que remueva las entrañas del ser humano es un método muy eficaz de morfina ante la vida. El fútbol tiene la capacidad de hacer creer que todo va bien si lo que va bien tiene forma esférica y ha entrado en la meta rival flanqueada por tres palos. Es el balompié el mejor ejemplo de lo que el hombre (y la mujer) ha logrado a fuerza de buscar nuevas formas de entretenimiento. Así que el deporte rey de nuestro país no debería ser la excepción. Fruto y destino del divertimento que ocasiona sentirse parte de una hinchada y unos colores.

Decía que confieso que no siempre me gustó porque ahora renuevo ciertas sensaciones. Desde que uno tiene la posibilidad de ver cercano el funcionamiento de un reloj tiene la posibilidad de maravillarse o sentirse aplastado por los engranajes que lo mueven. Y sucede dentro del fútbol. Es muy sencillo comprobar como las luces pasan a ser sombra y como el oro no es más que latón. Por lo que se produce una merma necesaria en la forma de presentarse ante este deporte.

Anoche el Granada venció con cierta solvencia a un club que llegó a disputar alguna campaña en Primera y que sin embargo hoy, por cuestiones geopolíticas, es un club marroqui. Un hecho que hablando de lo puramente deportivo es un motivo para la alegría general del aficionado granadinista pero que si nos embarcamos en perseguir lo que hay detrás de los focos quizá no duela en prendas admitir que el balompié está pervertido. Aceptamos como normal y a modo de bebés que nos coloquen el carrusel musical delante de los ojos mientras el hombre del saco nos vigila por la espalda.

De un tiempo a esta parte el fútbol está enfermo. Somos los medios o blogs los que tenemos la capacidad para denunciar sus males y aplicar alguna cura en forma de lavado de imagen. Pero no la busquen nunca aquí. Si algún día este portal decide ocultar lo que son incipientes heridas, les prometo que nuestra labor al día siguiente dejará de tener sentido. Disculpen que les hable desde un plano tan metafísico y poco cercano al fútbol. Para lo segundo ya habrá muchos artículos y bastantes más noticias diarias.

Pero he preferido aprovechar este periodo veraniego para colarme en el rincón de reflexiones que nos permite este púlpito que llamamos información. De recalcar la merma de emociones que en mi ha ido provocando el fútbol ahora que lo vivo de cerca para intentar emprender un camino que nos lleve a recuperar su esencia. Una raya en el océano probablemente, pero una raya que necesitamos tratar de dibujar. Para que empecemos a asumir que lo que se mueve bajo la capa superficial de un club de fútbol es un cúmulo de razones por las que habría que empezar a derrocar dioses y promover buenos actos.

No está de más darle un barniz de realidad a este opio que se nos propone cada semana sobre un césped. No está de más asumir que lo deportivo siempre tuvo y tendrá que primar sobre lo corruptible. Y dejar de aplaudir a todos aquellos que mueven los hilos de este deporte desde despachos recubiertos de causas jurídicas pendientes. Que el fútbol provoque alegrias no deberia hacernos olvidar que quienes están detrás de él hacen un flaco favor a la sociedad. No sólo corrompe el político de turno, también los directivos de nuestro balompié. La diferencia es que en esto estamos todos conchabados porque en apariencia parece no hacer daño. Hablemos de fútbol sin olvidar que este deporte está alargando una enfermedad que puede acabar en metástasis contagiando incluso lo más inocente. 

La merma de este deporte. La merma necesaria para descubrir que el fútbol no es ajeno a los males que padece esta meritocracia que tenemos planetada merced al ‘tanto tienes, tanto vales’. No seamos cómplice de ello. Pinchemos la burbuja antes de que estalle. Afilemos nuestra mirada critica para no ser peleles que simplemente aplauden un gol.