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El portero convence a sus detractores con un inicio de temporada espectacular

Historia de un portero, la pieza más solitaria e incomprendida del tablero del fútbol. Anclado en un espacio vacío, con las pasiones más exaltadas a pocos metros tras su espalda, soportando el amor o el odio del respetable. Gorka Iraizoz, merced a su irregularidad, es de los guardametas que más han sufrido en la historia reciente del fútbol español pese a sumar ocho campañas como titular indiscutible en su Athletic de Bilbao.

Nacido en Pamplona en 1981, Iraizoz fue iniciado en el oficio en las filas del UDC Chantrea para  ser adquirido en 1999 por el CD Baskonia, equipo que nutre al Athletic de Bilbao con sus mejores promesas. Apenas tardó un año en incorporarse a la disciplina del Bilbao Athletic pero su paso fue efímero: a mitad de temporada marchó a probar suerte en el Gernika, donde completaría dos buenas temporadas que lo catapultarían a un nuevo filial, esta vez el del RCD Espanyol.

Su proyección lo llevó a debutar en Primera División en 2004 con Toni Jiménez en su decadencia, pero el fichaje de Kameni en verano de aquel año provocó su cesión al Eibar en Segunda. Iraizoz necesitaba tablas para demostrar de qué madera estaba hecho, y no pudo cumplir mejor. 41 partidos disputados y 38 goles encajados, un promedio sobresaliente que estuvo cerca de llevar al equipo armero a la máxima categoría del fútbol español por primera vez en su historia.

Bajo las órdenes de Miguel Ángel Lotina y ya como integrante del primer equipo en competencia con Carlos Kameni, Iraizoz disputaría 55 partidos en dos temporadas que culminarían con su titularidad en la final de Copa de la UEFA ante el Sevilla que su equipo perdería en los penaltis. En esa segunda temporada contó con un futuro amigo en el banquillo: Ernesto Valverde. Con ese broche cerró su etapa perica para regresar al club de su vida: el Athletic de Bilbao. Tras desembolsar cerca de cinco millones de euros a pagar en diversos plazos, Iraizoz firmaba un contrato por cuatro temporadas a razón de 700.000 euros al año, según Deia.

Su primera campaña como león estuvo teñida de negro. En noviembre de 2007 sufría en un encuentro copero ante el Hércules una lesión muscular que, tras dos meses de baja, rubricó en una rotura del tendón del recto anterior de su cuádriceps derecho debido a la precipitación por regresar a los terrenos de juego. Iraizoz se perdía el resto de la temporada en un golpe muy duro.

Sin embargo, el portero volvería a la carga con un arsenal de paradas pero también de errores impropios de un profesional de su categoría. Una irregularidad que terminaría marcando el resto de su carrera, las dos caras de una moneda, un conflicto constante por ver si podía más su brillantez en ciertas acciones o el infortunio de otras. En 2010, su rendimiento sedujo a dirigentes de Arsenal y FC Barcelona, en busca de un suplente para Víctor Valdés con Pinto en la rampa de salida tras cumplir 35 años.

Pero Iraizoz quería renovar y Macua apostó en octubre por su continuidad al doblarle el sueldo por cuatro temporadas más, pasando a ser de los mejores pagados de la plantilla tras Fernando Llorente o Javi Martínez. En 2012, el Athletic de Bilbao vivió un salto de calidad y lo hizo con Iraizoz entre sus indiscutibles: Marcelo Bielsa llegaba a la embarcación rojiblanca para dirigirla por mares europeos. Derrotados en las finales de Europa League y Copa del Rey por tres goles a cero en ambas, el agotamiento físico y psicológico lastró al equipo en una segunda temporada bielsista que provocó que una primera magistral cayera al olvido.

Aquel año, Gorka Iraizoz vivió el capítulo más amargo de toda su carrera profesional. Llegó un 15 de marzo de 2013, tras caer en San Mamés por 0-4 ante el Espanyol de Javier Aguirre. Más que pitado, la grada la tomó con él aplaudiendo algunas de las intervenciones más básicas que puede hacer un portero en el mundo del fútbol. Una burla que hundió al cancerbero, llevándolo a pronunciar, con el corazón abierto en sala de prensa, las siguientes palabras: «La vida me ha puesto un reto nuevo, un escalón importante que superar para crecer, para sacar lo mejor que tengo dentro de mí». En aquellos meses, el guardameta confesaba que tiempo atrás decidió dejar de leer la prensa deportiva para “protegerse”.

Iraizoz volvería a recuperarse sin perder su esencia y Josu Urrutia, principal valedor del técnico argentino, decidía apostar por lo seguro con la contratación de Ernesto Valverde. Olvidar y empezar de cero era el objetivo. En la portería, un nuevo inquilino: Iago Herrerín. Con más competencia que nunca, Iraizoz debió superar un nuevo escalón. Llegó a quedarse en el banquillo en la tercera y cuarta jornada, provocando que muchos vieran el final del arquero en Bilbao. Con un contrato que expiraba el 30 de junio de 2015, su renovación solo se planteaba a la baja.

Es por eso que nadie esperó su rendimiento actual. El Nuevo San Mamés parece bendecir a un portero que ahora, con 33 años, se encuentra en el mejor momento de su carrera. Gran artífice de la conquista de la Champions League el curso pasado, está manteniendo al Athletic en un arranque difícil para los de Valverde tras vencer al Nápoles en la previa de la máxima competición de clubes. Hoy nadie duda de Iraizoz, por mérito propio, una de las columnas que sostienen la nueva Catedral.