La entidad armera firma un bautizo soñado en la máxima categoría del fútbol español
Nadie, absolutamente nadie, habría dicho hace 365 días que el Eibar sería uno de los equipos destinados a ascender a Primera División. Hoy, su nombre ni siquiera aparece en las quinielas para regresar a la Liga Endesa. Un sueño construido no a base de imaginación ni de fortuna, sino de trabajo, disciplina y sensatez.
Una época dorada para Ipúrua, sin ninguna duda, en la que tiene que ver la figura de Álex Aranzábal, presidente del Eibar desde 2009 y bajo cuyo mandato se produjeron un descenso a Segunda B –su llegada se produjo meses antes-, un ascenso a Segunda cuatro temporadas después y un inmediato abordaje a la categoría referencia del fútbol español tras asentarse como campeón de la competición. Un camino duro, con un millón de presupuesto en las peores temporadas, que obligó a una remodelación absoluta del club incluyendo derribar el filial.
En su cabeza, sin embargo, nunca estuvo venderse al mejor postor ni tomar atajos. Quiso un club limpio y los eibartarras y lo consiguió, vendiendo acciones a los aficionados para darles la entidad en mano. Siempre fieles a la filosofía de no gastar más de lo que se tiene, y ahorrar por si acaso para no deber un euro a nadie. Una seña de identidad que no parecía gustar en la LFP, que veía un claro riesgo de quiebra donde había una ejemplar renuncia a la especulación. Obligados a reunir 1.7 millones de euros para llegar a los 2.1 y no descender a Segunda B, el Eibar volvió a obrar el milagro para ser equipo de Primera División con todas las leyes, la natural y la impuesta, en orden.
Con el ex jugador y emblema Gaizka Garitano al frente de la nave deportiva, los armeros se propusieron hacer de Ipurúa un fuerte y de su filosofía de juego un nuevo ejemplo a seguir. Aunando algunos de los mejores jugadores de la Liga Endesa 2014/15 –como Saúl Berjón, del Murcia- y hombres con experiencia en Primera –caso de Manu del Moral-, Garitano dispuso un equipo compacto, creyente del sentido colectivo del juego y del sacrificio del ego, mentalizado para explotar al máximo las menudas dimensiones de su estadio y ser un hueso en los partidos como visitante.
“El entrenador nunca debe ser protagonista”. Dando ejemplo. Así mantiene Garitano la fe de sus futbolistas en un modelo basado en la superación diaria de cada futbolista y que tácticamente apuesta por ser un equipo corto, que ataca con varios jugadores y que aprovecha al máximo las jugadas de estrategia, acciones donde brilla la conexión entre el centrocampista Javi Lara y el central Albentosa. Asentados en un portero de garantías como Irureta –último zamora de Segunda División- y una zaga compacta liderada por Raúl Navas y el ya mencionado Albentosa con Bóveda y Abraham en los laterales, son David García y Errasti los encargados de dar solidez al centro del campo, siempre asomados al área.
Javi Lara, especialista a balón parado e importantísimo para Garitano, suele reciclarse en una de las bandas cediendo la mediapunta a la llegada del capitán Arruabarruena, siempre secundando a un punta único que puede ser el inquieto Ángel, el poderoso Lekic o el italiano Piovaccari, experto al igual que el serbio en el juego de espaldas a portería. Recursos más que suficientes para la punta de ataque que el técnico acaba resolviendo apostando por la velocidad de Ángel, que puede formar un buen tándem con el extremo Saúl Berjón apareciendo por cualquiera de las dos bandas.
Con asignaturas pendientes como haber logrado solo una victoria en Ipúrua –en la primera jornada ante la Real Sociedad- y un bagaje goleador escaso, el Eibar recibirá a un Granada que tampoco está en su mejor momento y que intentará tapar con sus centrocampistas los desdoblamientos por banda habituales de los armeros, que tampoco rehúyen el juego directo en caso de ser necesario alineando dos delanteros.
Un encuentro que a priori no gozará de muchos goles y que podría decidirse en las jugadas a balón parado, ambas muy trabajadas tanto por Garitano como por Caparrós. La valentía, en entredicho últimamente en el entorno rojiblanco, podría terminar siendo clave.