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Joaquín Caparrós deberá tener en cuenta rectificaciones en su esquema para cambiar el sino

Resulta difícil en el mundo del fútbol encontrar a un entrenador de fútbol que reconozca errores en el planteamiento o lo varíe a tiempo: la mayoría suelen morir con sus ideas. El planteamiento de Joaquín Caparrós no ha cambiado un ápice desde que este llegara a Granada, y tuvo razones para mantenerlo en unas primeras jornadas donde el Granada parecía poder aspirar a algo más que la permanencia, no por brillantez en su fútbol sino por su eficacia y solidez. Ahora hasta las mayores certezas se tornan en interrogantes.

Decir que a día de hoy Caparrós respira en entredicho no es algo disparatado. Cuatro jornadas seguidas paladeando derrota y polvo de ídolos caídos y frustraciones pasadas, reconocibles. El Granada visita Eibar con la urgencia de sacar un resultado positivo antes de la visita del Real Madrid. Lo contrario convertiría la visita de los de Ancelotti en una fecha señalada por los astros, demasiado decisiva para tratarse de los primeros meses de competición.

Al igual que Lucas Alcaraz hiciera la temporada pasada en el Martínez Valero, Joaquín Caparrós necesita un cambio. Alcaraz reconoció la endebleza del centro del campo y lo reforzó, liberando entre otros a Brahimi. Pero el técnico granadino tuvo un problema con la salida de Yebda; su plantilla quedaba limitada a cuatro centrocampistas con un esquema titular de tres. Fran Rico, al que algunos querían matar para el fútbol apenas unos meses antes, llegó a final de temporada con la lengua fuera tras un esfuerzo estoico.

Se dice que Caparrós lamenta la carencia de futbolistas de banda; un hecho que ya resultara evidente a finales de julio. Nada se hizo al respecto. Caparrós mueve fichas, alternando de forma inexplicable graderíos con titularidades, en busca del nombre que de la razón a un esquema inamovible. La agobiante presencia de centrocampistas ha desembocado en exceso de tráfico en la parcela central y poca claridad de ideas. La intención de ceder los carriles exclusivamente a los laterales ha topado con las excesivas carencias técnicas de Nyom y Foulquier, que aportan vértigo pero no soluciones.

Tan solo la pareja de centrales queda tranquila. Cada línea maneja una incertidumbre interesante por las alternativas pero preocupante porque nada cuaja. Los futbolistas llamados a liderar al equipo no terminan de encontrarse cómodos. Fran Rico, limitado en su juego al padecer sed de posesión, lo acepta con un discurso diplomático. Piti, perjudicado por el desgaste defensivo, suplica un cambio de posición lejos de una banda que también parece dar calambre a Rochina, aún con un mar de dudas existenciales en la testa. Sin aún saber bien qué hacen en Granada, quedan por probarse futbolistas como Nounkeau, Riki, Martins, Larsson y Oier, mientras que Eddy y Márquez tiran desmarque hacia el protagonismo.

Ante el Eibar, Caparrós parece apostar por Córdoba y Success en punta del ataque. Piernas y potencia, aunque se carece de la pausa de El-Arabi, cuya suplencia otorga razón a críticas desafortunadas. Si se tiene en cuenta que la pasada semana jugó Alfredo Ortuño en solitario, este puesto puede considerarse un fiel reflejo de la situación actual. Las horas de trabajo y de pizarra de Caparrós no se ponen en tela de juicio; que debe profundizar, ser más radical, en su búsqueda de la tecla adecuada, es lo que se exige.