El Almería se lleva un punto de Los Cármenes en la vuelta de Piti y Rochina a la titularidad
Ocho jornadas. Dos meses sin conocer la victoria, deambulando entre la derrota y el empate. Podría ser peor, dirán los ilusos que aún miren al Córdoba. Pero es que este Granada, con Caparrós, parecía estar hecho para otra cosa. 465 minutos sin hacer un gol en Los Cármenes. El equipo tiene un serio problema. Un problema que va más allá incluso de hacer o no hacer gol.
Ante el Almería, Caparrós dio el primer paso para salir del bache. El equipo mostró, en los primeros minutos sober todo, una cara que hacía tiempo que no lucía y que coincidió, no por casualidad, con la puesta en escena de Piti y Rochina. Una victoria habría hecho bueno el empate ante el Celta de Vigo como parte de una estrategia por enderezar el ritmo tras una racha negativa con confirmación ante el público propio como colofón. No fue así.
Sorprendió de inicio Caparrós con la suplencia de Allan Nyom en favor de la titularidad de Juan Carlos en el lateral izquierdo y la vuelta de Foulquier a su puesto natural. Las razones podría encontrarse en el riesgo de sanción por acumulación de tarjetas amarillas en ambos jugadores. Apostar de inicio por ambos habría significado arriesgarse a no tener lateral derecho para la visita al Sánchez Pizjuán. La elección por Foulquier no debería leerse como un reconocimiento sino como una reflexión: ante el Sevilla, el Granada deberá defenderse de grandes jugadores de banda que no tiene el Almería, y llevará a cabo un planteamiento menos atrevido que en el partido de Los Cármenes. De ahí el hecho de reservar a Nyom.
El aficionado sonrió al comprobar la esperada vuelta de Rochina y Piti, un gesto cariñoso con el fútbol. Volvió a frustarse ante la nueva presencia de Sissoko, quien sin dejar de ser importante en lo que quiere Caparrós, volvió a demostrar que su aportación con balón es nula. El Granada salió a ganar el partido, algo que se echaba de menos, y con un Piti especialmente participativo. El equipo se plantó con un 4-4-1 que mandaba a Piti a la derecha con Rochina por detrás de El-Arabi. Francisco, el técnico almeriense, reforzó su centro del campo con Azeez, Vélez y Verza y amenazó con la velocidad de Zongo y Thievy. A medio camino entre el centro del campo y la delantera, Soriano desempeñaba un interesante papel: capacitado para hacer de rematador en ataques controlados, con posesión y paciencia, pero también dispuesto a ser un centrocampista más en labores defensivas.
Tras unos minutos iniciales de domino sin amenaza, El-Arabi obligó a intervenir a Rubén por primera vez con un remate de cabeza centrado a centro de Piti, tras una excelente maniobra. Pocos minutos más tarde, Rochina se sumaba a la revolución con un potente disparo, casi sin ángulo. Los Cármenes se frotaba los ojos porque, tristemente, no reconocía a su equipo. El Almería era incapaz de mantener la posesión y el Granada se contagiaba de la felicidad de Piti cada vez que recibía el balón.
Pasado el minuto veinte, el Almería comenzó a jugar en campo rival. El parejo nivel de ambos equipos, como había anunciado Caparrós, derivaría en un dominio alterno. Soriano dio el primer susto con un gran remate a centro de Ximo Navarro. Ahí, el Granada mostró que replegarse sigue siendo lo que mejor sabe hacer, con Piti más sacrificado que Rochina, a pesar de la juventud del segundo. O quizás, precisamente por eso.
No obstante, el que de verdad asustó antes del descanso fue el Granada con una mala cesión hacia Rubén que acabó en una gran oportunidad para Piti que el zurdo desaprovechó. Llegaba la pausa con la impresión de que los locales podrían ir arriba en el marcador. El lamento duró poco; apenas transcurridos siete minutos de la reanudación, Azeez se autoexpulsaba por doble amarilla con una entrada a destiempo cortando un contragolpe.
Aunque ya anteriormente interesado en las pérdidas de tiempo, el Almería ganaba así una excusa más para ir a por el empate. Caparrós reaccionaba sentando a Sissoko para introducir a Jhon Córdoba en un cambio lógico. Entonces apareció la ansiedad y la frustración. El Granada dejó de pensar en cómo hacer gol a un rival con uno menos para pensar que esa situación estaba siendo juzgada por cuantos estaban en la grada, aguardando inquietos e impacientes. En contra de lo que hubiera sido normal, como acorralar al rival en busca del hueco con combinaciones largas, el Granada incrementó su búsqueda del juego directo apoyándose en sus dos delanteros, lo que dejó a Piti en fuera de juego.
Córdoba tuvo efecto cerilla. Cercano al gol en sus primeros minutos sobre el césped con un remate forzado con el pie y otro, más placentero, con la testa, terminó difuminándose hasta ser un espejismo, acabando con el impetuoso pero inefectivo Isaac a su lado. Por momentos, el Granada logró abrir a su rival gracias a sus dos laterales adelantados, craendo un espacio que explotaban ambos puntas. Pero no fue suficiente, y cuando el partido pedía a Javi Márquez, Mainz debía entrar para reemplazar al conmocionado Murillo.
Incapaz de imaginar ante un equipo acorazado, el Granada sufrió el mismo planteamiento que suele aplicar. El entrañable esfuerzo de Foulquier y Juan Carlos, que cada día crece un poco más, intentó pero no aportó soluciones. Pese a la mejoría, a Caparrós le urge una victoria. Una machada en la casa del equipo de su alma curaría las penas.