El Granada sigue incapaz de ganar ante el Getafe y, esta vez sí, entra en descenso
Los Cármenes se teñía de inocencia con el “Día del Niño” que el club organizaba y asimismo se dejaba inundar por propósitos navideños en los que nadie creía realmente. Como si la llegada de la Navidad construyera la sonrisa, como si Caparrós llevara aguardando desde finales de agosto para hacer felices a sus fieles. Como siempre, la realidad superó a la ficción, y la tristeza no entendió la fecha.
Caparrós castigó a Roberto y dio la oportunidad a Oier, que pecando de lo mismo encontró en la niebla la mejor excusa. Con las bajas de Murillo y Juan Carlos, el sevillano optó por Mainz -iluminado tras su gol invisible en Copa- y Martins, a quien más de uno ya veía en Portugal de vuelta sin apenas haberlo visto. Se volvía a apostar por la banda derecha con menos calidad técnica de la Liga -Foulquier por delante de Nyom- con un motivo correcto: la lentitud de los centrales del Granada engrandecía el ya de por sí peligroso contragolpe de los de Contra y un motor como el francés ayudaba a la hora de apagar fuegos aunque resultase inútil como ingeniero.
Los rojiblancos salieron guerreros y convencidos, algo reseñable ante el bagaje acumulado. Con la iniciativa por bandera, aunque no se supiera exactamente para qué, podía verse como Piti abandonaba con repudio la banda izquierda para irse al centro y a partir de ahí, imaginar. Rico, Iturra y Foulquier parecían flanquearle ante la posible contra. El catalán era el mejor argumento para romper el hermetismo con su intenligencia envolviendo con chispa el regate pero sin producir peligro. El-Arabi y Córdoba quedaban como un matrimonio condenado a entenderse: el primero acomoda la dinamita y el segundo es quien debe volarlo todo por los aires. El problema es ese, que no terminan de entenderse.
El Getafe se abandonaba al contragolpe que Lafita y Yoda dibujan en la imaginativa pero que nunca encontraron. Ni ellos ni Álvaro Vázquez lograron crear un miedo real más allá del haberle empatado al Barcelona. Sorprendía la sobriedad de Mainz. El Granada seguía buscando con insistencia la espalda, volviendo a precipitarse en un pelotazo sin sentido y ya endémico que no parece intentar resolverse, pero consiguiendo crear la duda en Guaita, obligándolo a avanzar metros. Lo más generoso que hizo la Navidad por el Granada fue dejarle ir ganando al descanso y crearle esperanza, el peor de los castigos. Un centro de Nyom se convertía en una jugada de billar entre las testas de Rico y El-Arabi para que Córdoba, a puerta vacía, terminase de empujarla. El Getafe tembló y ambos delanteros saborearon el segundo. Los Cármenes relamía la victoria ansiada.
Las franjas rojas y blancas salieron a matar el partido en una estrategia que comienza a ser clásica en Caparrós. El objetivo no es resolver el encuentro sino excusar con esos diez minutos de valentía la más de media hora de miedo que los acompañaría. Naldo y Lacen seguía con el día tonto y Piti estuvo cerca de sorprender a Guaita. Ante la inexistencia de ataque madrileño, Contra arriesgaba dejando solo a su mediocentro argelino sustituyendo a Juan Rodríguez con Sammir. El Granada se echó atrás como medida precautiva y eso envalentonó a un rival que llevaba desde el himno sin soñar con el gol.
La maniobra buscaba el reforzar la defensa y atacar con lo mínimo cuando menos esperada fuera la ofensiva. Lo más cerca del éxito que estuvo la idea fue con un disparo de Piti tras arrancada de Córdoba que se marchó fuera. Para que el colombiano no estuviera solo, Caparrós dio entrada a Riki por El-Arabi dejando al madrileño en la izquierda y a Piti como segundo punta, donde el esfuerzo disminuyese.
Pero las posibilidades del Getafe no residían ni en su contragolpe inicial ni en el dominio que el Granada le permitió en la segunda mitad. Apareció el balón parado, allí donde un equipo de Caparrós no debería ser débil. Amenazó Naldo, otorgando aplausos a un Oier que se mostraba como un buen portero con manos flojas de inactividad, y atemorizó Alexis, que no encontró un amigo en el trío arbitral pues anularon un gol que era legal. Ya había entrado Pedro León por el inoperativo Yoda y en una falta lateral botada por su diestra, Velázquez fusiló a Oier tras dos botes en el área. Imperdonable.
Piti dejó su puesto al revoltoso Success, que en pocos minutos le dio un gol a Córdoba que, torpe en el control, no aprovechó. El Granada lo intentó pero la Navidad no iba a ser rojiblanca. No se perdió pero se volvió a empatar cuando el partido parecía ganado. Vencer se aproxima a la utopía y los constantes resbalones por fin dan con un premio justo: el Granada entra en descenso. Quizás ahora Caparrós repare en que empatando no se logra una permanencia y que los tres puntos no se obtienen con la sincera súplica en rueda de prensa. Los granadinistas reciben las fiestas con una tristeza crónica, pero con una resaca tan inmensa como merecida.