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El técnico regresa con el mismo objetivo que ya cumplió hace tres temporadas

En un momento desesperado –y quien lo crea exagerado solo ha de ver las quince jornadas que el Granada lleva sin ganar en Liga-, Quique Pina ha confiado la suerte de su nave más preciada a un entrenador que ya conoce. Se trata de Abel Resino, a quien ya contrató para el Ciudad de Murcia en la 2005/06 y para el propio Granada en la 2011/12. Abel conoce la casa.

No puede entenderse la etapa de Abel Resino como técnico sin tener en cuenta sus años como futbolista. Tampoco puede quedar en el olvido la experiencia de trabajar junto a Arrigo Sacchi, de quien aprendió muchas de las enseñanzas que hoy procura transmitir. El guardameta jugó sus primeros años en las categorías inferiores del CD Toledo, a cuyo primer equipo llegó en 1979. Un año después de su debut llegó al Ciempozuelos, donde disputó dos temporadas antes de fichar por el Atlético de Madrid. Necesitó cuatro años mamando de su cantera para que, con 27 años, tuviera su primera oportunidad en Primera División. De ahí no lo movió nadie.

Su mejor año sería el curso 1990/91, cuando ganó el Trofeo Zamora, conquistó la Copa del Rey –título que volvería a llevarse una temporada más tarde- y grabó su nombre en la historia del fútbol español con un récord de imbatibilidad que abarcó catorce partidos.En el mercado de invierno de la 1994/95, firmaría por el Rayo Vallecano, donde pondría punto y final a su carrera.

Sus primeros pasos en la dirección técnica de un club de fútbol llegarían de la mano del italiano Arrigo Sacchi, quien entrenó al Atlético de Madrid durante siete meses en la 1998/99. Abel ocupó el cargo de entrenador de porteros sin desperdiciar la ocasión para tomar más de una nota del ideario de un genio de los banquillos. Volvería al Atlético de Madrid como segundo entrenador de la mano de César Ferrando seis años más tarde en una etapa que tampoco fue positiva para el club rojiblanco. Así, Abel decidía tomar él mismo las riendas. Y fue Quique Pina el que le dio la oportunidad.

Llegaba a un Ciudad de Murcia ya asentado en Segunda División en su tercera campaña. Logró un meritorio cuarto puesto, viéndose frustrado el ascenso por un Levante que curiosamente decidía apostar por Abel en su retorno a Primera. Con la permanencia obtenida a falta de dos jornadas para el final, el técnico tuvo una continuidad que no aprovechó, pues fue despedido tras ocho jornadas en la 2007/08. No estaría mucho tiempo parado pues el Castellón, en Segunda, apostó por sus servicios. En el mes de febrero y con el equipo en 6º puesto, el Atlético de Madrid volvía a tocar a su puerta en busca de un “efecto Guardiola” tras la mala racha y el fútbol ramplón de Javier Aguirre.

Abel Resino cumpliría con el único pero difícil objetivo que tenía sobre la mesa: clasificar a los rojiblancos para la Champions League. No obstante, el mal inicio de la 2009/10 de los colchoneros provocó su destitución en el mes de octubre. Una goleada del Chelsea en Stamford Bridge fue definitiva.

Antes de pisar por primera vez Los Cármenes como técnico local, Abel se comprometería con el Valladolid, nuevamente en Segunda División, donde no podría ascender a pesar de entrar en play-offs. Volvía al desempleo pero la destitución de Fabri en Granada le abría las puertas de la Primera División. Ahí comenzó a forjarse su fama de “salvador”, con una permanencia sufrida hasta el último minuto que, tras no llegar a un acuerdo con Pina para la renovación, repetiría la temporada siguiente en un nuevo hogar, Vigo. El Celta llegaba a la última jornada de Liga tras 15 en descenso, pero “el milagro” se produjo. En el olvido quedaban las críticas hacia una línea defensiva tan adelantada que los medios gallegos tildaron de macabra.

Cuando parecía que, esta vez sí, su continuidad en el equipo al que había salvado era un hecho, una serie de diferencias con la directiva provocaría la ruptura del contrato. De ahí, con un año y medio transcurrido entre tanto, a su segunda etapa en el Granada. Una ciudad que reconoció su labor y con la que el técnico se identificó. Así lo hizo saber en su despedida hace tres temporadas: “Quisiera poder extender mi abrazo a todos y cada uno de los aficionados que, de forma tan cariñosa y entregada, han contribuido con su respeto y apoyo a conseguir los objetivos de un club al que siempre le desearé los mayores éxitos”.

Abel regresa para ser parte de esos éxitos que una vez deseara al club y a la ciudad. Retorna para recuperar su papel como salvador. Lo hará manteniendo su fe en la presión alta, acompañada de una línea defensiva adelantada como única medida para conservar las líneas juntas y el equilibrio. Abel apuesta por un fútbol alegre y ofensivo, con la idea de que “cuanto más pises el área más posibilidades tienes de hacer gol”. Vuelve el líder silencioso que se gana al vestuario por la comprensión del oficio de futbolista, sin casarse con nadie y castigando la falta de compromiso. El domingo, en Riazor, su primera gran final.