LaCONTRACRONICA

Hincar la rodilla en el Calderón, con dignidad, debe ser el inicio de una nueva dinámica

Con Caparrós fuera y Aguado al frente, el Granada visitaba al Atlético de Madrid sin expectativas reales de puntuar. Una transición en la que se entraba con ilusión y con incertidumbre ante el nuevo relevo. Sin embargo, se imponía una idea: viniera lo que viniera, no podía ser peor.

Aguado fue valiente y dispuso un equipo acorde a sus ideas. Un 4-2-3-1 en el que la principal novedad consistía en la recuperación de protagonismo de Piti. El catalán, con la ausencia de Fran Rico, se convertía en el Sol del Granada, la figura en torno a la que rotaban el resto de astros. Debutó como titular Rober Ibáñez, que daba mordiente a la banda derecha de la misma forma en que Lass Bangoura lo hacía por la izquierda. Arriba, la presencia de El-Arabi no se ponía en duda. Así, otras de las novedades fueron Sissoko como lateral izquierdo en detrimento de Juan Carlos y Héctor Yuste acompañando a Iturra en el doble pivote. Enfrente, Simeone cumplía con su promesa: Torres-Mandzukic titulares.

Hizo una cosa muy bien de inicio el equipo de Joseba Aguado. Cuando el Atlético intentaba iniciar jugada en campo propio, El-Arabi y Piti presionaban paralelos provocando el desplazamiento en largo hacia Mandzukic en busca de peinar hacia Fernando Torres, una idea que cogió armada a la línea defensiva granadinista pues se coordinó a la perfección dejando al Niño en fuera de juego. Ahora, cuando el Atlético lograba atravesar la primera línea de presión para jugar en campo del Granada, la prioridad consistía en defender los carriles laterales que atacaban Juanfran y Siqueira en apoyo a Koke y Arda. Así, Ibáñez y Lass se incrustaban en la defensa creando por momentos una línea de hasta seis futbolistas. El centro quedaba desprotegido, pero no estaba ahí el principal peligro de los atléticos.

Con el balón en los pies, el Granada demostró que el peso de Caparrós era una losa insostenible. Aguado repitió durante los últimos dos días que la palabra clave era “atrevimiento”. Justo lo que con el de Utrera parecía estar censurado en clave de miedo a la pérdida. Aunque pudieran incurrir en errores, jugadores como Nyom, Babin, Mainz o el mismo Oier intentaron jugar desde atrás, demostrando que sí que hay fútbol en sus pies. Aguado, además, encontró un amigo en Rober Ibáñez, que fue el mejor jugador del Granada en el partido. Desde el costado derecho confirmó una lectura del fútbol sobresaliente para ser su temporada debut. Inteligente en cada acción, dejó una serie de controles orientados en velocidad para ilusionarse.

Fue atrevido sin entrar en la precipitación. Algo de lo que no pudo presumir Lass Bangoura, quien fue la única noticia mala en la primera media hora de encuentro. El extremo, quizás deslumbrado por su compañero en la derecha, pecó de individualista en jugadas que no llevaban a ningún lado. Si en sus dos encuentros anteriores gustó y mucho, ante el Atlético parecía empeñado en enseñar todo lo negativo que en él alberga. Pero fue El-Arabi, a centro de Nyom, el primero en inquietar a Moyà. Su remate se marchó por poco. Eran minutos en los que el Granada asediaba por momentos, con varios saques de esquina consecutivos.

Todas estas sensaciones positivas comenzaron a dejar de tener tanto sentido cuando en el 32’ Sissoko cometía un penalti tan infantil como claro sobre Godín, quien perseguía un centro de Torres encabezando el contraataque del Atlético. Mandzukic transformó y eso cambió el encuentro: los locales querían seguir remando hacia adelante y el Granada intentaba defenderse como podía. Tónica que siguió en la segunda parte, con los granadinistas más cansados.

Aunque le costó pisar campo rival, a excepción de una gran jugada de Lass que no pudo remachar El-Arabi, el Granada compitió dignamente, estando a la altura de las circunstancias. Algo que con Joaquín Caparrós hacía tiempo que no ocurría. Con el 2-0 de Raúl García en los últimos minutos, la derrota se tornaba en realidad. Tiempo para analizar lo visto en esos 90 minutos de transición: jugadores con más confianza y con actitud renovada y sobre todo, un sistema de juego lejano del conservadurismo del de Utrera.

Aguado cumplió, a esperas de que se oficialice la llegada de un nuevo técnico. Sonó Fonseca, quien entrenó al Oporto, en lo que sería quizás un cambio demasiado drástico en el vestuario por tratarse de una cultura futbolística distinta. La opción de Abel Resino, que parecía descartada, toma nuevos bríos. Urge un capitán.