La enfermedad que el Granada arrastra contagió al Sevilla de pasividad, y Lass maquilló
Que el Sevilla visite Los Cármenes siempre es una gran excusa para colocar en la vitrina el orgullo por el equipo y el amor por la ciudad. Una rivalidad encarnizada. Ni siquiera eso fue suficiente. El granadinismo acudió al que debiera ser su templo, su lugar favorito a visitar durante la semana para resarcirse de la rutina, con la desgana que contagia un equipo que no juega a nada ni alberga ilusión alguna. Ver a este Granada no ilusiona ni al más fanático. Ya ni tan siquiera desespera; entristece.
No tenía mucho donde elegir Joaquín Caparrós con Márquez sancionado, lesionados Córdoba, Piti y Rochina, y El-Arabi a voluntad en un charco poco profesional. El anuncio de los once elegidos fue la primera decepción de la noche; el banquillo ofrecía las razones. El Sevilla por su parte salía con unos menos habituales que daban miedo. Nada bueno parecía augurarse.
Con los actores repartidos sobre el campo, Caparrós sorprendió variando el sistema hacia un 4-1-4-1 en el que Riki se alojaba en banda izquierda dejando a Success solo en punta del ataque. Sissoko volvía a la banda izquierda ayudando a Foulquier, sobre cuya ubicación se había especulado en los minutos previos. El Granada salió intentando que el Sevilla no saliera de su campo, creando de esta forma una autopista en la espalda de su zaga. Deulofeu fue el primero en aprovecharlo mostrando que el Sevilla es feliz cuando corre. A los cuatro minutos, su disparo se marchó al larguero tras rozar en los cuerpos de Mainz y Roberto.
Con el miedo aún en el cuerpo, los locales se agarraron al único argumento que poseen a día de hoy: la guerra entre hombres. Choques y disputas que procedían en controles torpes e imprecisiones que acabaron contagiando a un Sevilla superior a poco que lograse estabilizar la posesión durante diez segundos. Ahí crecía, asustaba a su rival y sonreía para sí, consciente de que Gameiro, Vitolo y Deulofeu no tardarían en hacer el primer gol de la noche.
Con balón, el Granada desertaba de su banda izquierda y se refugiaba en los movimientos de Riki, desde fuera hacia dentro, y Success, de dentro hacia fuera arrastrando centrales. Tan escaso era el fondo de armario de Caparrós que el nigeriano recuperaba la titularidad tras haberse retrasado varios días en su reincorporación a los entrenamientos. Fruto del empuje, Eddy se plantó ante Rico de la forma que su técnico desea –derribando puertas en lugar de abrirlas- pero su disparo se marchó alto, precipitado al elegir la derecha en lugar de la izquierda para el remate.
Entre imprecisiones y posesiones inestables, el Sevilla volvió a encontrar un pasillo para correr con los actores habituales. Deulofeu inició la cabalgada partiendo a todo el centro del campo granadinista –Yuste, Iturra y Eddy a su espalda- y asistió a Gameiro. El poste repelió un lanzamiento que volvió a recaer en el catalán, que ante una zaga paralizada por el miedo no tuvo problemas para llevar el balón a las redes.
Ahí inició la relajación del Sevilla y lo más peligroso, la sensación de que el Granada podía empatar el partido. Antes del descanso, Success desperdiciaría una oportunidad única. Un centro perfecto de Iturra que el delantero no lograba picar, enviando el esférico por encima del larguero sin oposición.
La segunda parte arrancó con Mateu Lahoz perdonando la segunda amarilla a Héctor Yuste, por lo que Caparrós acabó cediendo y apostó por Sulayman. Es cierto que solo tiene 18 años y que tiene mucho que aprender, pero el gambiano tiene un grave problema: es la insolencia y el miedo hecho futbolista. Nada más saltar al campo, despejó un centro lateral del Sevilla hacia el otro costado de su propia área, donde el más inteligente fue Gameiro.
Caparrós optaba por el efecto del debutante y daba entrada a Lass Bangoura, con solo un entrenamiento. El Granada encontró una referencia en la banda izquierda, un jugador que sabe qué hacer con el balón, sinónimo de encarar y centrar. Es más que probable que alcance la titularidad este mismo domingo y que de ahí no lo saque nadie. Riki tuvo una gran ocasión con un remate de volea en el segundo palo pero la precisión no lo acompañó, como no lo hace a ninguno de sus compañeros, atrofiados por la presión.
Emery respondió apostando por Iago Aspas y su fortuna copera, aunque en Los Cármenes se revertió la situación. Había logrado sendos hat-tricks en los dos últimos encuentros pero en Granada hizo un hat-trick de errores frente a Roberto. Lo cual dio alas falsas a un equipo que volvía a ser tan incapaz y decepcionante como siempre, convertido en momia. Esa relajación y falta de ambición del Sevilla, anestesiado por el papel de mosquita muerta del Granada, tuvo su castigo: Lass, en el descuento, perforaba la portería con un libre directo desde la frontal del área. El ex rayista era la única novedad en un periódico manido.