El delantero es protagonista en el campo por su entrega y fuera por sus chistes
Viene de hacer el primer hat-trick de su carrera profesional. Hasta él se sorprendió. Si algo caracteriza a David Barral (San Fernando, 10 de mayo de 1983) es su sentido del humor, un carácter que mantiene como buen gaditano. Al terminar el partido contra el Málaga, con el balón del partido bajo el brazo, aseguró no estar acostumbrado al protagonismo sino al anonimato de ser un soldado más. Un jugador de equipo que nunca, nunca arroja la toalla.
David Barral comenzó a jugar a fútbol sala en las calles de la provincia de Cádiz, siempre a la sombra de su hermano mayor. No fue hasta los 14 años cuando se pasó al fútbol, entrando en la prolífica Escuela San Martín. Comenzó a brillar como delantero en las filas del San Servando y el GE Bazán hasta despertar el interés del equipo juvenil del San Fernando. Así empezó a competir en Liga Nacional.
No obstante, no tendría que irse muy lejos para toparse con la oportunidad de su vida. Durante un encuentro en Sevilla, un ojeador no dejó pasar su habilidad para el gol y decidiría llevarlo a probar con nada más y nada menos que el Real Madrid. Con apenas 17 años, el gaditano se convertía en jugador de la cantera merengue. Pronto recibiría el mote “el Tiburón de Bahía”.
Tras probar la Tercera División con el Real Madrid C, saldría cedido hacia el Fuenlabrada, donde firmaría una gran temporada convirtiendo 17 goles. Se ganó a pulso el formar parte de un Real Madrid Castilla histórico, con jugadores de la talla de Soldado, Arbeloa, De la Red, Diego López o Jurado, que conseguiría el ascenso a Segunda División. Su desempeño le hizo merecedor de ciertas convocatorias con el primer equipo. Se dice que, en una carrera frente al gaditano en un entrenamiento, Jonathan Woodgate sufrió una de las lesiones que iniciaron su nefasto paso por el Real Madrid.
En el filial blanco conoció a López Caro, el entrenador que, según reconoció a El País, le inculcó la intensidad y la agresividad dentro del campo. Características que lo definen como futbolista y que seducieron a Manolo Preciado para pedir con insistencia su fichaje por el Sporting de Gijón, una vez finalizado su contrato con los madridistas tras no encontrar las oportunidades que reclamaba, un hecho que siempre recuerda con frustración.
El gaditano encontró en Asturias un hogar y en Preciado un padre. El entrenador que mejor supo comprender sus particularidades, tanto en lo referente a su humor fuera del campo como a su fuerte temperamento dentro de él. Trastornado por su posterior fallecimiento, decidió tatuarse sus iniciales. Como sportinguista, Barral hizo veinte tantos en Segunda División en dos temporadas que terminaron con los asturianos en Primera División.
Con el ascenso, Barral no hizo más que incrementar su protagonismo en el equipo –con cierta irregularidad propia de delantero-, convirtiéndose en uno de los referentes del vestuario y llegando a ostentar la capitanía. “Dásela a Barral que meta gol”, cantaba El Molinón. A base de goles y esfuerzo, logró mantener al Sporting en Primera cuatro temporadas. La destitución de Preciado y la llegada de Clemente, previo paso de Iñaki Tejada, terminó por mandar al Sporting a la categoría de plata.
Barral manifestó haberse sentido “maltratado” por Clemente, generando ciertos roces. En verano, Barral terminaría siendo vendido al Orduspor turco, donde nunca terminó de sentirse cómodo -le afectó la prohibición del alcohol, en palabras suyas- y sus seis goles no sirvieron para evitar el descenso. En un encuentro frente al Galatasaray, terminaría en el hospital por un cabezazo con Drogba que lo dejaría inconsciente y con ocho puntos en la cabeza. El costamarfileño acudió a disculparse al centro clínico donde el gaditano se encontraba ingresado.
Tras su “exilio”, Barral volvería a España para enrolarse en el Levante a las órdenes de Joaquín Caparrós, con el que le costó entenderse. A la sombra de Babá y Nong en el arranque, terminó siendo indiscutible para el utrerano haciendo seis goles que valieron puntos importantes. Este verano volvía a ser protagonista por un caldente tuit: «Ojú, hace tanta calor, que si me dieran a elegir entre comerme un coño o una sandía bien fresquita,me comía un coño, pa que te voy a mentir«. David Barral, genio y figura.
Este curso volvió a repetir con un mal arranque de campaña, acompañado por los desesperanzadores resultados de los de Mendilíbar. Con la llegada de Lucas Alcaraz, sin embargo, todo cambió. “El Tiburón de Bahía” ha vuelto por sus fueros, presto para la batalla y picardía, haciendo que el Ciudad de Valencia vuelva a entonar aquello de “Dásela a Barral, dásela a Barral, dásela a Barral que meta gol”.