Paco Jémez mantiene en la categoría a un modesto con la idea de la perfección en mente
O le aman o le odian, pero nunca resulta indiferente. Paco Jémez es uno de los técnicos más controvertidos del fútbol español por el radicalismo que aplica a sus ideas, con las que a veces entran en desacuerdo hasta sus propios futbolistas. Guste o no su fórmula, conserva un gran mérito: conservar al Rayo Vallecano en la élite durante tres temporadas seguidas, siendo cada una de ellas un nuevo empezar de cero.
Y es que para Jémez, sus futbolistas tienen que optar a la excelencia. Su fútbol, como humildemente defiende, ha de basarse en el éxito de lo pensado antes del partido y no en el error. A partir de ahí, las circunstancias del partido se desarrollan, permitiendo ganar o vencer, raramente empatar. Pensando siempre en el ataque, en cómo dañar al rival con un irrenunciable estilo basado en el toque y la acumulación de futbolistas en ataque.
El Rayo de Jémez es uno de los equipos que, en la actualidad, más ha hecho por asemejarse al sueño que un día tuvo el holandés Rinus Michels. Una presión total sobre la salida de balón del rival, despreocupándose por completo del espacio liberado a la espalda. Un concepto tan arriesgado como innegociable para Jémez: basarse en que todo va a salir según lo trabajado.
El Rayo de Vallecano acostumbra a jugar con un 4-4-2 que tiende a quebrarse en un 4-2-4, quedando Trashorras y Baena (con la interesante variable de Jozabed, “el jugador que más se parece a Trashorras” según su técnico) en clara desventaja. Alberto Bueno y su acompañante en la delantera, ya sea Leo Baptistao o Manucho en función de la idea de partido, ejercen una brutal presión sobre los centrales rivales que termina haciendo largo el campo para su propio equipo, con una línea defensiva siempre indecisa a la hora de adelantar la posición. Es el fútbol de Jémez contra el fútbol con el que se han educado.
De esta forma, los defensas parecen más pendientes de su posicionamiento sobre el campo que de la tradicional tarea del defensa: evitar que el contrario haga gol. Esto, que para Jémez significa lo mismo, no termina de ser asimilado por unos futbolistas que siguen concediendo demasiadas facilidades, provocando la desesperación en el banquillo. No obstante, las ideas siguen tatuadas a fuego. Quien quebrante el código, se verá relegado al banquillo o a la grada.
Los extremos poseen una función interesante en el Rayo Vallecano. Licá y Kakuta, los más habituales en esta zona, no tienen su meta en la línea de fondo sino en la verticalidad. Todo pensado para llegar lo más directamente al arco rival. El francés Kakuta, además, es una pieza clave por su precisión en la zurda, con envíos tanto a balón parado como desde ambas bandas.
El Rayo llega en una situación aparentemente plácida que podría complicarse con una derrota en casa ante un rival como el Granada. Ante un adversario como los vallecanos, los de Abel Resino podrían plantearse jugar de una forma mucho más directa, buscando directamente los puntos débiles de su rival, los espacios a su espalda y la superioridad en el centro del campo.
Jugadores de buen desplazamiento en largo como Márquez o Piti podrían ser más que importantes, mientras que en punta la duda seguirá entre El-Arabi, Córdoba o Colunga toda vez que ninguno ofrece garantías suficientes. De entre sus habilidades, el francomarroquí aporta un buen juego de espaldas y una capacidad notable para bajar el esférico al verde, aunque luego le perjudiquen decisiones erróneas e individualistas. Variables de un Granada que sólo puede salir a ganar.