El Granada pierde ante el Eibar una nueva oportunidad para los tres puntos
El punto no era bueno pero seguía siendo un punto. Quizás lo más preocupante sea la imagen final del equipo, tomándola con un colegiado al que calificaban de injusto por añadir tres minutos de forma insuficiente según los enfadados. Lo cierto es que ni añadiendo veinte habría logrado marcar el Granada. Síntoma de un equipo que a día de hoy no sabe qué hacer para salir de abajo.
El Eibar saltaba al Nuevo Los Cármenes con un planteamiento conservador, colocando a un lateral de toda la vida como Abraham en puestos de interior zurdo para contrarrestar el black power de Nyom y Lass. Resultaba llamativo, además, las posiciones intercambiadas de Manu del Moral y Saúl Berjón. Sin llegar a resultarles extrañas sus posiciones a ninguno de los dos, fue Del Moral el que actuó como jugador de banda y Berjón el llamado a ocupar la punta del ataque. La lógica apuntaba a lo contrario, pero probablemente Garitano viera en el segundo a un jugador más inteligente y con más recursos que el andaluz.
Por su parte, Abel Resino rescataba a Lass tras varios partidos de ausencia y tiraba a Colunga a la izquierda, una posición poco frecuentada por el delantero. Se entiende que si un entrenador de la máxima categoría apuesta por esa variación es por algo previamente estudiado y entrenado. No lo pareció, pues el peso de Colunga en el partido fue tan nimio que la decisión pareció tomada por un jugador de Play Station.
El Granada salió tan enchufado como miedoso. Las ganas de mostrar a la gente su compromiso se imponían por momentos a la pausa y a la personalidad que se requiere en estas situaciones. Así, se sucedieron tres saques de esquina en los primeros minutos –dos para el Eibar-, con un centro del campo inexistente. Rubén Pérez primero y Piti después incurrían en sendas acciones peligrosas que podrían haber dejado a su equipo con uno menos en los primeros minutos, hechos que sirven para ejemplificar la situación de ansiedad anteriormente descrita. Un equipo que desprendía jugar más de cara a su gente que para ganar el partido.
Los vascos aguardaban y el Granada quería sin saber cómo. El sólido planteamiento de Garitano imposibilitaba que Piti pudiera aparecer en ¾ de terreno, debiendo por ello retrasar en exceso su posición y haciendo más difícil aún la conexión con Córdoba. Las dos fuentes de fútbol a las que Abel se ha entregado –Rubén Pérez y Fran Rico- volvían a mostrarse poco lúcidos, indecisos y por ende, erráticos. Javi Márquez lo veía desde el banquillo.
En el primer despiste del Eibar tendría el Granada una de sus mejores oportunidades. Colunga se encontraba con un gran balón dentro del área pero su zurdazo raso no suponía un gran problema para Jaime, archienemigo de Los Cármenes. Antes de la media hora, Piti lo intentaba desde la frontal tras una buena dejada de Córdoba. El Granada se calentaba pero seguía tomando las decisiones más complicadas ante un equipo que permanecía serio, concentrado y consciente de su tarea. No le afectó la lesión de Raúl Navas, obligando a Lillo a ejercer de zaguero. Los locales comenzaban a mostrar una falta de recursos alarmante. Su gente lo veía y perdía la paciencia.
Tan frágiles se mostraban los rojiblancos que en una pérdida de Oier, intentando sacar el balón jugado en contraste con el juego directo sin fundamento de gran parte del primer tiempo, el Eibar casi se encuentra con el gol al desviar Murillo un centro de Del Moral. Respondía Córdoba con una internada por el carril central del área que Abraham cortaba de raíz enviando a córner. El siempre corajudo Nyom también lo intentaba con un zurdazo. Que el camerunés fuera a la larga el argumento ofensivo más fuerte y constante de su equipo indica muchas carencias.
El Eibar lo tenía claro: jugando con inteligencia los espacios a su favor en ataque y exprimiendo el balón parado tendría sus ocasiones. En una falta lateral de Javi Lara, Bóveda forzaba la intervención salvadora de Oier. El Granada parecía resignarse a un rechace en el área, a una jugada afortunada como ocurriera en los goles ante Elche y Málaga, que dieron dos victorias. Resultaba difícil pensar que este equipo pueda hacer gol de otra forma; el efecto Abel, como ya ocurriera en su primera etapa, se ha diluido como un azucarillo en un vaso con la soga al cuello.
Márquez entraba en escena, algo que agradeció su equipo con desplazamientos en largo precisos que aumentaron la fluidez del juego de su equipo. Aportó lucidez y determinación, pero no bastó. Ibáñez y Rochina limitaron su actuación a dos disparos elevados y el Eibar se encargó de que no se jugara más. Haciendo lo que debía hacer. El Granada volvió a mostrar su incapacidad y se resigna. Era una jornada propicia para vencer y no se hizo; una bala menos.