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El extremo destaca en el Eibar por su gran golpeo de balón

Si hay un jugador que destaque en un Eibar construido en base a hombres y no a nombres, donde la unión hace la fuerza y la pieza que da una voz más alta que otra es inmediatamente castigada, ese es Saúl Berjón. Lo hace cumpliendo a rajatabla el código ético del equipo armero: aquel que pregona la humildad y el trabajo, siendo consciente del origen de uno.

A Saúl Berjón (Oviedo, 24 de mayo de 1986) la Primera División le ha llegado más tarde de lo que su calidad merece. Quizás porque tardó en descubrirla. El asturiano, que siempre había tenido el convencimiento de ser un delantero centro como su primo y hoy granadinista Adrián Colunga, ha alcanzado el éxito como asistente tirado a cualquiera de las dos bandas. Las guerras en el área dejaron de ser para él.

Criado en el CD Covadonga de su ciudad natal, no tardó en formar parte de la cantera del Real Oviedo. Sin llegar a despuntar lo suficiente, Saúl comenzó a buscarse la vida por el fútbol asturiano pasando por el Berrón CF, el CD Lealtad y la UP Langreo. Aunque no lograse repetir equipo durante estas tres temporadas, los méritos en Tercera División dieron sus frutos con una oferta procedente de las Islas Canarias. La UD Pájara-Playas de Jandía le daba la oportunidad de debutar en Segunda B y Berjón no lo desaprovecharía. Sus nueve goles en 37 partidos contribuyeron a la permanencia del equipo y atrajeron la atención de la UD Las Palmas. Su primo Adrián, por entonces futbolista de la UD, aconsejó su fichaje.

No llegaron, no obstante, a jugar juntos en el mismo equipo, algo con lo que aún a día de hoy siguen soñando. Colunga firmó por el Recreativo de Huelva y Berjón quedó sin padrino. Bajo las órdenes de Juan Manuel Rodríguez apenas ostentaría diez titularidades, aunque en el aspecto goleador lograse convertir seis tantos, siempre desde la banda. En su segunda temporada logró convencer a Sergio Kresic, su nuevo entrenador, que apostó por él como pareja de Rondón. Un protagonismo que chocaba con sus deseos de abandonar el club en verano.

En aquel mercado de invierno, un supuesto interés del Espanyol provocó que fuese apartado por Kresic debido a su falta de compromiso. Las ansias de Berjón por volar hacia la Ciudad Condal provocarían que se fracturase la mano derecha al dar un puñetazo de rabia durante un entrenamiento. Terminaría perdiendo la titularidad en favor del veterano Javi Guerrero.

Tras frustrarse el sueño del ascenso, Saúl Berjón llegaba a Barcelona pero no como periquito sino como azulgrana. Fichaba por el Barça B de Luis Enrique, al que califica como el mejor entrenador de su carrera, a cambio de 200.000 euros abonados por el club catalán más otros 50.000 procedentes de la nómina del asturiano como jugador culé. Lograría cuatro goles en 26 partidos, pero al curso siguiente saldría como cedido al Alcorcón de Juan Antonio Anquela, donde repetiría cifra goleadora con más partidos a sus espaldas.

Finalmente llegaría al Murcia, con el expreso deseo de “dejar de ser un suplente de lujo”. Algo que terminó por lograr en su segunda campaña bajo las órdenes de Julio Velázquez. Antes, en verano de 2013 y tras haber acabado la campaña en puestos de descenso, el Murcia le comunicaba que su vinculación con el club finalizaba a merced de una cláusula firmada en su contrato en caso de descenso. Sin embargo, el castigo administrativo al Guadalajara terminaría dejando al equipo en Segunda y a Berjón en la plantilla. El ya consagrado extremo tuvo que lidiar con una relación amor-odio hacia la Condomina y es que fue pitado en más de una ocasión por su tendencia a la floritura y una supuesta falta de sacrificio. Él asegura que nunca renunció a su estilo. En sus palabras: “Eso es Saúl Berjón, el que insiste, el que lo hace y al final cuando sale, la gente grita un ¡oh!, pero para que salga una de esas, también tiene que haber fallos”.

A sus seis goles sumó veinte asistencias que lo convirtieron en el líder de la categoría en este aspecto, llamando la atención de numerosos clubes. La caída del Murcia en los play-offs ante el Córdoba y el posterior descenso administrativo provocaron una fuga de futbolistas que tuvo a Berjón entre los primeros en quedar libre de contrato. Betis, Valladolid, Zaragoza y Las Palmas se interesaron en él pero el asturiano esperaba al tren de la Primera División. Se sabía cualificado. Le llamó el Eibar.

Con los armeros repite ese rol fundamental en la estrategia del equipo que ocupó por primera vez en su vida el curso pasado. La bella factura de sus goles y su verticalidad desde la banda son señas de identidad del juego ofensivo de los de Garitano, y su nombre ya ha sido vinculado con clubes como el Málaga. Un delantero que acabó en asistente. Un pie de Primera.