El apoyo de Peter Lim y la contratación de Nuno dan solidez al proyecto
Han quedado atrás los años convulsos, los desencantos con Mestalla y las decepciones con técnicos y futbolistas. Hoy, el Valencia Club de Fútbol es uno. No hay escisiones ni reivindicaciones en la grada. La chequera de Peter Lim aportó tranquilidad y el portugués Nuno, un perfecto desconocido para los chés, se ha encargado de unirlo todo bajo una misma filosofía. La del inconformismo. Un Valencia que va a más y que por fin vuelve a estar a la altura del murciélago.
Se acabó la época en que Mestalla ponía la exigencia. Hoy la exigencia la marca Nuno, y Mestalla y todos los demás reman hacia un objetivo que tiene más de obligación que de sueño y que es la Champions League, por la que tendrá que batallar con Atlético y Sevilla, toda vez que el Villarreal parece haberse desinflado debido a la lesión de su capitán Bruno Soriano. Nuno exige porque sabe que el apoyo de Peter Lim es diferencial y porque tiene los recursos suficientes como para competir con los más grandes, aunque FC Barcelona y Real Madrid siguen compitiendo en un campeonato distinto a largo plazo, sólo superables en asaltos de noventa minutos.
La masa social está satisfecha, aunque podría estarlo más, puestos a pedir. Lamentan que la fortaleza exhibida en Mestalla frente a rivales de enjundia no se haya visto acompañada de una regularidad de equipo grande en ciertas visitas a equipos inferiores, como muestran los tres goles encajados en Coruña o el empate cosechado frente al propio Granada en Los Cármenes. Pese a estos casos puntuales, la nave de Nuno es sólida y apenas tiene puntos débiles. Es un acorazado que impone una presión alta e intensa a sabiendas de su consistencia en un centro del campo que pobla con tres futbolistas. Provocar el patadón del adversario es sinónimo de recuperar la posesión: Mustafi y Otamendi son una de las parejas de centrales más fiables de Europa, si no la que más, y hacen del juego aéreo una misión imposible para los puntas rivales.
Una de las propuestas de Nuno que mejor ha casado con Mestalla es el juego por banda, que lleva a cabo bien con extremos puros, bien con laterales largos. Con desdoblamiento siempre que se pueda, con carrileros cuando la situación de partido reclama otra cosa. Porque Nuno es ante todo un estratega que estudia al rival como pocos buscando su punto débil y minimizando sus virtudes; llevando al extremo eso de que cada partido es un mundo. Ayuda que las opciones sean infinitas: jugadores de sobrada calidad como Feghouli, Rodrigo, Piatti, Negredo o De Paul han calentado banquillo en más de una ocasión.
A pesar de poseer jugadores idóneos para el centro (como el lateral Gayà) y para el remate (Alcácer o Negredo), no limita a este recurso su juego el Valencia. El delantero tiene responsabilidad para pivotar y participar en la construcción como uno más, permitiendo al extremo del otro costado entrar en posición de remate al área, así como la incorporación de uno de los tres centrocampistas, habitualmente André Gomes o Parejo, ambos buenos llegadores. Una acumulación de jugadores en y en torno al área que suele conducir al éxito.
Enzo Pérez vuelve al equipo tras una lesión muscular que lo ha mantenido un mes al margen cuando mejor estaba. Sus diez titularidades en diez de sus participaciones hace prever que actúe de inicio, lo que provocaría la salida de Gomes o Fuego, partiendo el portugués con la mayoría de las opciones a pesar de las molestias del exrayista en una rodilla. En punta del ataque, Alcácer ha vuelto a la actividad comiéndole la tostada a un Negredo que no termina de estar. El canterano aúna a la capacidad de remate un eterno desmarque, siempre al límite del fuera de juego.
En el Granada no podrá estar Rober Ibáñez, perjudicado por la “cláusula del miedo”. Viene de frustar al Sevilla con un empate celebrado en la capital del Turia, cuyo equipo confía en no pasar los mismos apuros jugando con el factor Mestalla. Resino decidió sacrificar a Rubén Pérez pero su equipo está necesitado, y no puede salir derrotado. El Valencia busca los 80 puntos y un desliz en casa amenazaría la paz social. Porque el inconformismo sigue siendo la bandera.