La odisea de Entrena, GranadaCFWeb

El canterano granadino dio el salto al primer equipo, pero lo hizo rodeado de jugadores indolentes a los que poco les importaba haber encajado dos goles antes de los primeros diez minutos

Debe ser difícil ser Juanan Entrena hoy en día. Si ya de por sí es complicado dar el salto desde las categorías inferiores hasta el primer equipo, la tarea se vuelve más ardua aún en el Granada, más preocupado hasta ahora de cesiones momentáneas que de construir un futuro apostando por un modelo sostenible de cantera.

Entrena lo logró, rompió barreras una a una y consiguió debutar con el primer equipo ante el Real Madrid hace dos jornadas. Sin embargo, fue un debut placebo con diez minutos que sólo sirvieron para dar una alegría a la afición, seguidos de otros diez minutos en la hiriente derrota ante Osasuna.

La verdadera odisea de Entrena comenzó, paradójicamente, en el último encuentro de la temporada, ante el Espanyol, coincidiendo además con el día de su cumpleaños. El canterano partió como titular en el último encuentro del equipo de su ciudad natal en la élite, aunque recibió tantos balones como si hubiese vuelto a pisar el campo en el minuto ochenta del encuentro.

Una de las tareas más vitales a la hora de jugar al fútbol es el desmarque, un movimiento tan básico como necesario para hilar propiamente una jugada ofensiva, y más si se trata de un extremo. Entrena los tiró una y otra vez, con la ilusión del que siente lo que hace y se esfuerza por ayudar a un equipo que le duele. Mas el granadino no tuvo el desenlace esperado.

Acostumbrado al juego incisivo del filial, el hueteño trazó diagonales una y otra vez buscando la espalda de la defensa a la espera de un balón en largo que le habilitase para intentar estrenarse como goleador. Por desgracia para él, se topó de frente con la realidad: un equipo volcado en la banda contraria por la calidad de Pereira, pero incapaz de ver juego más allá.

El cambio de orientación es una quimera en este Granada, que desconoce cómo dar un pase de más de cinco metros de largo incluso pese a haber pasado gran parte de la temporada jugando a perseguir la sombra de un balón que vuela desde la línea defensiva hasta la punta de lanza. Con este panorama, normal que hasta el más ilusionado de los jugadores sobre el campo se desesperase viendo cómo cada desmarque era sistemáticamente ignorado.

Hasta Entrena perdió la paciencia con el equipo, disminuyendo el número de diagonales que trazaba, hasta la ilusión más apasionada decae si la calidad y la profesionalidad – exceptuando siempre a Pereira – no acompañan siquiera los movimientos de un jugador que milita en 2ªB, algo muy preocupante para un equipo de Primera, si es que aún se les puede llamar así.

Foto: Helena Callejón