» Se le pidió al cafetero que rematara la faena poniéndole título a todo el embrollo a pase de Soldado, aunque pareció entender el embrollo como su estancia en Granada y, sin muchas ganas de responder, dejó escapar su oportunidad»

A punto estuvo de atormentar al Granada en L’Hospitalet el mismo fantasma que atormentó al Real Madrid en Cádiz hace unos años, como a punto estuvo de hacerlo el que destrozó a los blancos a escasos metros de Concha Espina hace una década en un lugar que a cualquier nazarí le trae grandes recuerdos.


La alineación, casi tan artificial como el césped de Feixa Llarga. También saltó la sorpresa al ver quién portaba el brazalete de capitán: un Adrián Ramos con ganas de redimirse. Invitado a tomar unas Copas, el elenco rojiblanco quiso salir ‘de tranquis’ en una tierra en la que, si algo no hay ahora mismo, es eso, tranquilidad. Lo que sí hubo sobre el césped fue poesía, mucha poesía.


El primer verso lo empezó a rubricar Ton Ripoll, harto de la indecisión de sus rivales por amenazar los dominios de su guardameta; dibujando en el margen un garabato del combate entre David y Goliat. Manu Salinas, granadino de nacimiento – también de corazón – quiso aportar unas líneas anotando al equipo de su tierra, aunque Pepe le quitó la pluma antes de que pudiera posarla sobre el papel.


El colmo de los colmos hubiera sido que al Granada le hubiera marcado el homónimo y coterráneo de su entrenador, hubiera sido surrealista de haber ocurrido, ¿no? Pues ocurrió. Catorce son los versos que componen un soneto, y catorce es el dorsal que portaba el central que rubricó los dos primeros tercetos con su gol.

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Todo artista necesita un descanso, y ahí aprovechó el Granada para completar la composición que el ‘Hospi’ dejó a medias. Comenzó el primer cuarteto Roberto Soldado con un taconazo de fábula que dejó solo a su Capitán General por noventa minutos. El penalti, expulsión y posterior gol alertaron a los franjirrojos que su historia había sido usurpada, y su reacción más que de un virtuoso del verso, fue propia de un percusionista frustrado, intentando crear un ritmo que lejos de agradar, molesta desacompasado. Cuadra Fernández quiso enseñarles a tocar el instrumento cambiando la baqueta por la cartulina roja.


Salió Köybasi cuando menos lo esperábamos, pero es que si esto va de poesía, no podía haber nada más poético que su buena actuación; o sí, lo que pasó después. El empate de Soldado forzó la prórroga y ahí remató el último verso del soneto ‘Adriancho’, con un cabezazo que llevaba hasta música.


Se le pidió al cafetero que rematara la faena poniéndole título a todo el embrollo a pase de Soldado, aunque pareció entender el embrollo como su estancia en Granada y, sin muchas ganas de responder, dejó escapar su oportunidad.


“¿Qué es poesía?” nos habremos preguntado todos alguna vez. Ahora ya podemos dirigirnos al Granada y espetar “poesía eres tú “.