

(…)Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro y si eso es verdad, yo me considero la persona más rica y afortunada del mundo con este equipo; porque puede que a veces me enfade con él, pero no lo cambiaría por ningún otro. Nunca
Siempre he dicho que este Granada me recuerda a alguien. Primero porque en un año me ha hecho más feliz que cualquier otra cosa en los veinte anteriores, y segundo porque, a pesar de esto último, también tiene el poder de sacarme de quicio como nadie de vez en cuando.
En la tarde de hoy ha salido cruz, y visto lo visto estos días, tampoco es que me haya sorprendido mucho. Además enfrente estaba nuestra bestia negra: el Eibar, que es algo así como la Kryptonita de los nazaríes desde que el cuadro armero probó las mieles de la élite en 2014. Eso sí, los azulgrana tendrán que cargar siempre con el dudoso honor de haber sido el primer gol en Primera de un Nyom que algo – no mucho – ha mejorado en esas artes desde que llegó a Madrid. Quizás en Ipurua sentó mal que ese primer enfrentamiento entre ambos en lo más alto se convirtiera en efeméride al no saber contrarrestar el ya de por sí nulo olfato goleador de la pantera franco-camerunesa (que, para que engañarnos, también es bastante granadina), y desde entonces se dedicaron a cogernos la medida.
Puede también que nos hayamos dejado llevar todos un poco, y de eso no tiene culpa nadie, es normal. El caso es que los primeros minutos, como en el Villamarín, fueron idílicos – teniendo en cuenta la situación, claro está -, incluso Machís pudo poner el 1-0 tras un balón de Puertas, pero la sacó Correa. «A ver si no va a ser todo tan fácil…», mascuyó alguno para sus adentros.
Me recuerda también a alguien el Granada porque es un amigo al que no considero como tal. Es mucho más que eso, es uno más de la familia. Y la familia a veces discute, como discutí unidireccionalmente con Germán, televisor mediante, cuando erró el despeje que desembocó en el 0-1 de De Blasis, especialista en golazos en los ocasos de LaLiga (véase jornada 38 de la pasada temporada). A veces cuesta asimilar, después de haber llegado al cenit, que la realidad del día a día con tu amigo del alma incluye algún que otro traspiés de los gordos.
Cuando eso pasa siempre está Soldado, que de alguna manera se encarga con sus ganas y sus goles de apaciguar la situación, de recordar que todavía sigo estando un poco tonto y que lo mejor de esta plantilla son las locuras que está haciendo. Hay que reconocer que, aunque pareciera fácil, el remate del valenciano para poner el empate fue una maniobra de muy bella factura.
Todo parecía indicar después del gol que todo estaba de vuelta a su cauce de nuevo, pero apareció un viejo conocido de la afición filipina para aguar la posible ‘mini-fiesta’. Ahí estaba Orellana, que esta vez no pudo llevarse el índice a la boca ni la mano a la oreja buscando la respuesta del que un día fue su público tras dar la asistencia a Kike García para el 1-2. Otro mosqueo, bastante tonto, pero mosqueo. La verdad es que cualquier molestia que podamos sentir hacia el equipo es, como poco, difícil de comprender, pero somos humanos y, de manera inconsciente, en ocasiones incluso egoísta, siempre queremos más.
Es cierto que la contracrónica de hoy es (demasiado) personal, aunque espero me lo permitan, pero realmente estoy convencido de que la gran mayoría de ustedes reconocen en este equipo a un gran amigo o amiga. Y es que al final, a pesar de todo, seguramente nuestro Granada también nos vea así, porque ambos sabemos que, pase lo que pase nos tendremos el uno al otro.
Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro y si eso es verdad, yo me considero la persona más rica y afortunada del mundo con este equipo; porque puede que a veces me enfade con él, pero no lo cambiaría por ningún otro. Nunca.