

«(…)a pesar de que no cabe duda del mal momento que atraviesa la ciudadanía granadina, cada vez hay más gente de acuerdo en que el único recoveco de felicidad en las calles del Albayzín son las cabalgadas de Machís, los recortes de Puertas, los despejes de Germán y las paradas de Rui Silva. Porque sí, el fútbol es necesario, y el Granada de todos los granadinos, más aún»
No sé si recuerdan aquellos tiempos en los que abarrotábamos los estadios, cuando preparábamos la mochila – o la maleta – para viajar a cualquier ciudad de la geografía española en busca de noventa minutos de satisfacción o frustración, según el resultado que los hombres de rojo y blanco trajeran de vuelta hacia la Alhambra. Yo, aunque vagamente, aún los recuerdo, como recuerdo también a los lumbreras que aprovecharon el confinamiento para clamar a los cuatro vientos, bien orgullosos que «al final va a resultar que se puede vivir sin fútbol».
Hoy, al igual que durante el último bloque de partidos post-encierro y este primer tramo de la nueva temporada, el Granada CF de Diego Martínez ha vuelto a demostrar que el fútbol, y en especial este equipo de leyenda, son mucho más que necesarios. Hay quien cuenta que, mientras entramos de lleno en esta segunda ola de coronavirus, la hora y media de balompié que los soldados de la ‘Eterna Lucha’ brindan es lo único que les mantiene con la esperanza de evadirse de la situación.
Los hay también que, por desgracia, lamentan en los últimos días la pérdida de un ser querido al que le dedican hoy este triunfo que, de alguna manera, también es suyo. Porque no estaríamos donde estamos si no es por el esfuerzo de todos y cada uno de los que forman (o formamos) la gran familia que es a día de hoy el Granada. Y ojo, que esto no lo digo yo, lo dice Diego, el chamán, el jefe de esta nuestra tribu de locos soñadores.
Al que es – sin importar que alguien crea que es una calificación exagerada – , el mejor entrenador del momento hay que darle la razón siempre. Por darle, habría que darle hasta las llaves de la Alhambra, del monumento y de la cerveza, valga la redundancia. Que las comparta con Ighalo, que después de todo se merece también tener una copia para siempre.
Y es que es difícil encontrar un calificativo para esto que está ocurriendo en la ciudad del embrujo por excelencia. Dicen los de fuera, los ‘forasteros’, que esto es «increíble», «de locos»; para uno de los ‘capis’, Germán, probablemente esto sea «un bastinazo», y seguramente, los compañeros que vienen desde las islas británicas deseosos de conocer e informar sobre el gran secreto de este grupo, digan que es «fucking awesome». Pero después de todo, va a ser verdad que como ‘Graná’, na’, y que es mejor afirmar, con toda la malafollá posible algo como «lavín compae, esto es la polla, aes».
Porque a pesar de que no cabe duda del mal momento que atraviesa la ciudadanía granadina, cada vez hay más gente de acuerdo en que el único recoveco de felicidad en las calles del Albayzín son las cabalgadas de Machís, los recortes de Puertas, los despejes de Germán y las paradas de Rui Silva. Porque sí, el fútbol es necesario, y el Granada de todos los granadinos, más aún.