El Granada cayó en Ipurúa por 2-0, una maldición que se prolonga otro año más con Bryan Gil como verdugo
Habrá que esperar una temporada más para ver al Granada ganar en Ipurúa. Los rojiblancos salieron derrotados de un feudo armero cuyo estado del terreno de juego se vio afectado por el derretimiento de la nieve caída la jornada anterior a la cita liguera, dejando imágenes de futbolistas embarrados hasta las cejas; un partido de los de antaño.
Un terrirorio comanche suele ser aquel lugar donde cualquier persona no desea desembarcar. Pero quién mejor para explicarlo que Arturo Pérez-Reverte -escritor y periodista español-, quien lo define a la perfección en su novela sobre los reporteros de guerra: «Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta».
Y aunque sabían de la magnitud del asunto -en cuanto a dificultad se refiere-, allí se plantó el Granada, queriendo romper el maleficio con su hechizo de cosechador de récords e hitos. Sin embargo, aguardaba una figura que sería clave en el devenir del encuentro, y ese era nada más y nada menos que el bueno de Bryan Gil, que hizo el primero en el rechace de un penalti detenido por Rui Silva a Expósito.
Quini respondió a la perfección a este duelo después de estar meses sin partir desde el once inicial, pero para desgracia de Víctor Díaz, que volvió a tener minutos tres meses después, le tocó bailar con la mas difícil; y la más difícil le bailó a las primeras de cambio para que Gil matara el partido en el 76′.
El Granada luchó e intentó hacer su partido -o lo que el verde le dejó-, pero ya son seis derrotas en seis partidos en Éibar -una en Segunda B en 1987, y el resto en Primera-; por lo que Ipurúa seguirá siendo, al menos una campaña más, territorio comanche para el conjunto granadinista.