"El fútbol nos pertenece (a los fans), no a vosotros", reza una pancarta a las afueras de Stamford Bridge. Foto: Rob Pinney/Getty Images

El proyecto elitista de la Superliga europea se ve derrocado gracias a la presión de afición y jugadores

48 horas. Ese es el tiempo que ha durado el proyecto de los llamados ‘Clubes Fundadores’ de la dichosa Superliga secesionista europea. Un proyecto basado en enriquecer aún más al millonario, y en damnificar la imagen del fútbol modesto. Algo que ya inició con un futuro muy negro.

El domingo por la noche, 12 clubes europeos, entre los que se encuentran Merseyside Red, MD White, North East London, o KB Red White entre otros, anunciaron la creación de esta competición. Todos ellos, mediante un comunicado conjunto que puso patas arriba al aficionado, que veía cómo algo de toda la vida se pudría por una ‘liga’ ególatra.

Las reacciones no se hicieron esperar. Al día siguiente ya había fans enojados a las puertas de Anfield o Stamford Bridge; además de mensajes en redes sociales de jugadores y entrenadores que hacían presagiar lo que pasaría un día después. Por la noche, el máximo representante de todo este jaleo, Floper, afirmó en El Chiringuito en modo hermano de la caridad, que «la Superliga está para salvar el fútbol basada en la solidaridad», además de asegurar que «interesa más ver a los grandes».

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Pues no es correcto, Florentino. Fútbol es ver cómo el Alcoyano elimina al Madrid de la Copa del Rey con uno menos; cómo el Hospitalet hizo lo propio con el Atlético de Madrid; o cómo el Barcelona sufre en Ibiza para pasar. Fútbol es ver al Granada CF ganar en Eindhoven y eliminar al Nápoles en el Diego Armando Maradona. Fútbol es ver cómo dos delanteros como Soldado y Molina, que suman entre ambos 73 años, se plantan en el Teatro de los Sueños junto a otros nueve gladiadores en l primera participación europea del Granada en 90 años.

Eso es lo que hace bonito a este deporte, no ligas cerradas por los tildados como ‘inalcanzables’ que quieren eliminar la meritocracia del mapa del balompié. La Superliga está prácticamente muerta gracias a todos los aficionados ingleses, a quienes han tocado algo que sienten como un trocito de su vida. Y ellos no perdonan. Vaya lección han dado a España esta vez.