Qué tabarra lo de la Superliga, o bueno, qué tabarra la Superliga en sí, como concepto. La competición de unos pocos, para unos pocos y sin contar con absolutamente nadie. No creo que sea necesario volver a repetir lo que ya todos sabemos: que es un engendro que nunca tendría que haber disfrutado de un segundo de protagonismo. Al final, el hecho de que los más poderosos traten de no perder ese poder no me preocupa, porque tanto en el fútbol como en la vida eso va a pasar siempre. Es sólo que no deja de parecerme gracioso que lo quieran vender como la salvación de una idea que ellos mismos han ido matando poco a poco durante estos años.

Lo que más me angustia de todo esto es el populismo y la hipocresía latente que muchos han desplegado durante las últimas horas. Porque es realmente curioso que, uno de los primeros en responder al comunicado sobre la creación del engendro fuera Ander Herrera, un tipo que personalmente me cae bastante bien, pero que paga sus facturas gracias al salario que le paga un club-estado de un jeque que lleva años reventando el mercado y quitando posibilidades a los más modestos.

También se sumó anoche (sí, anoche, después de que la mitad de los participantes abandonaran el proyecto) Gerard Piqué. «El fútbol pertenece a los fans. Hoy más que nunca». Ya, Geri, pero eso se dice cuando la Liga marcha, no para salvar el pellejo cuando es un cadáver sobre el que todos están escupiendo. Bueno, y lo de los clubes ingleses es ya el acabose. ¿Acaso les puso Florentino una escopeta en la sien para que firmaran? Va a pagar el viejo, y con razón, pero al menos ha sido el único de toda la terna de dementes que ha tenido el valor de dar la cara y de llevarlo todo hasta las últimas consecuencias. Igual Daniel Levy o Joel Glazer no se podrían haber imaginado antes de adherirse a la Superliga que sus fans los iban a descuartizar. Ellos son tan culpables como el tito Floren de todo el follón, que no nos engañen.

El problema es que, en frente de toda esta espiral de egoísmo están la FIFA y la UEFA, que tampoco ayudan mucho y que llevan favoreciendo y formando parte de las mafias que se están cargando el deporte, y claro, no es difícil tampoco poner a gente en contra de Freddy Kruger y Jason. Ahora bien, la solución nunca será acabar con ambos para poner al mismísimo diablo.

En fin, qué pereza. De Superliga, de hipócritas y de populistas. Ahora aprovechamos todos para decir que el verdadero fútbol es el fútbol de barrio, el fútbol de modestos. Ya, claro, porque a ninguno nos gusta jugar en césped artificial de última generación, mucho mejor el albero, dónde va a parar. Los niños se apuntan a fútbol con la esperanza de ser como Pere Milla y si tengo que elegir, siendo neutral, entre un City-Bayern o un Sabadell-Mallorca me echo la siesta, sí, pero con la Nova Creu Alta de fondo. Venga ya, por Dios, seamos honestos y mínimamente racionales, el fútbol es fútbol ya sea de gigantes millonarios o de equipos de pueblo. Son veintidós tíos, divididos en dos equipos, con un balón por medio que tienen que introducir en la meta rival. Eso es fútbol, y el fútbol necesita de transatlánticos y de cenicientas que pongan en apuros a esos transatlánticos. Y ese es el único problema de la Superliga, que elimina el mérito deportivo, no que sea creada por los ricachones.

«El fútbol es de los modestos». Si esta gente tuviera poder, nos hubiera dado igual el 2-0 al Barça en Los Cármenes, el gol en propia de Cristiano, la clasificación a Europa o el pase a octavos frente al Nápoles. El partido en Old Trafford, anecdótico, porque total, somos todos iguales, no hay grandes ni pequeños.

Por supuesto que es necesario un retoque en las reglas y en el control financiero a unos y otros, pero nos guste o no, siempre va a haber desigualdad en el fútbol, porque si no es por dinero, los grandes jugadores irán a grandes clubes por prestigio. ¿O acaso alguien piensa que si Real Madrid y Granada tuvieran el mismo presupuesto Haaland se pondría la rojiblanca horizontal en vez de la magia blanca?

Es tan idiota pensar que los pequeños son prescindibles como pensar que lo de los grandes no es fútbol. Si prefieres un Celta-Cádiz porque la grada es más pasional, tampoco te gusta el fútbol, como a los que tanto criticas, te gusta el ambiente. El fútbol es lo que pasa en el terreno de juego, lo demás, pamplinas de la Disney e historias de meacolonias. Y entiendo a quienes prefieren sacrificar ese ambiente por futbolistas de mejor calidad como entiendo a los que la grada y el bengaleo les da la vida. Yo aquí soy tercerposicionista. Es decir, prefiero el ambiente cálido en las gradas, pero entiendo que una de las claves para ello es poder optar a ir a campos llenos de asiáticos grabando con el móvil y enmudecer aún más a la afición. Pero por encima de todo, soy de los que piensan que si hay juego, todo lo demás es secundario.

Se puede y se debe criticar el engendro de Superliga que habían inventado, pero no nos engañemos, no nos jode que prime el dinero o que sólo piensen en ellos, lo que nos jode es que mataría las esperanzas de nuestro equipo de llegar a ser como uno de esos peces gordos, porque en el fondo, todos queremos ser como ellos. Por eso los niños juegan con la ilusión de llegar al Barça y los que aspiramos a dirigir desde el banquillo soñamos con hacerlo en el local del Wanda o del Bernabéu. O el de Los Cármenes, pero con el objetivo de hacerlo regularmente en Champions. Critiquemos que nos quiten los sueños, pero no seamos hipócritas, por favor.