

El próximo lunes 28 de febrero el Granada jugará ante el Cádiz uno de los siete partidos restantes en Los Cármenes para conseguir la salvación.
El viernes pasado, durante la rueda de prensa previa al choque frente al Villarreal, Robert Moreno declaró que el partido ante los castellonenses «no es una final porque pase lo que pase seguiremos fuera del descenso». No se equivocaba Robert, el Granada no se encuentra en los puestos rojos, de hecho, aún mantiene cuatro puntos de ventaja sobre el equipo que marca la diferencia entre la gloria y el infierno, precisamente el próximo rival de los rojiblancos. Estas declaraciones públicas seguramente buscaban rebajar la tensión del partido, tanto por el bien de sus futbolistas para poder afrontar el encuentro algo más destensados, como para él mismo en caso de que sucediese lo que acabó ocurriendo, que el Granada volvió a perder.
Otra cosa es lo que Robert transmita a su vestuario de puertas hacia dentro, conscientes todos ellos de la importancia que tendrá la que debería ser una fiesta del fútbol andaluz al ser 28 de febrero, pero que realmente será una dura batalla por no bajar a la segunda categoría del fútbol español. Ninguno de los dos equipos está para celebraciones, los visitantes intentando asomar la cabeza y no ahogarse en el descenso y los locales pudiendo empezar a hundirse si no ganan el lunes. Los dos equipos están viendo demasiado cerca una división en la que han pasado muchas temporadas y a la que no desean regresar.
Uno de los hombres importantes para el entrenador nazarí, Luis Milla confensó a los medios del club tras la pasada derrota que necesitaban venirse arriba para afrontar una semana muy importante. Otra de las caras importantes de la entidad granadina, su director deportivo Pep Boada, ya opinó distinto al entrenador: «Nos quedan 14 finales y 8 son en casa», dijo al inicio de la presentacion de Raba.
Tanto Luis como Boada, comparten opinión con la afición, que afronta el encuentro con la única posibilidad de que el equipo salga victorioso del derbi. Dándole la importancia que se merece, la de una final ya que, aunque al acabar el partido no se entregará ningún trofeo como sí ocurriese en la final de la Copa del Rey de ayer entre Real Madrid y Barcelona de baloncesto, si el Granada triunfa se colocará a siete puntos de la zona roja y cogerá algo de oxígeno. Por el contrario, si los gaditanos salen vencedores, dejarán a los rojiblancos muy tocados y, aunque aún estarán un punto por encima del descenso, moralmente ya estarán dentro de él. No se contempla en el barrio del Zaidín esta última opción, sería la sexta derrota consecutiva, ante otro rival directo, lo que supondría sentir demasiado cerca la Liga SmartBank.
No será un partido fácil ante un rival que consigue más puntos fuera de casa que en su propio feudo (ocho puntos en el Nuevo Mirandilla por doce a domicilio), y que además pintará gran parte del estadio de amarillo, por lo que contará con el apoyo de su afición en un día muy importante. Sí es cierto que, en el apartado de las estadísticas, el Granada parte con ventaja al haber vencido a los gaditanos en 12 de las 19 ocasiones que se han enfrentado en el fútbol profesional, en el estadio de Los Cármenes, como bien menciona Estadio Deportivo.
Por tanto, si tenemos en cuenta el día, los equipos que se enfrentan, la situación y lo que puede suponer para cada uno de ellos, el partido del lunes debe ser considerado una final con todas las letras, aunque cuando finalice sigan habiendo 36 puntos en juego. Tendremos entonces, a las 23 horas, cuando el trencilla dé los tres silbatazos finales, un vencedor que saldrá muy reforzado y un derrotado que puede que ya no levante cabeza en lo que queda de curso, siempre y cuando el partido no acabe en tablas, lo cual beneficiaría más a los locales. Esperemos que en la semana de los carnavales, el Cádiz no se disfrace de villano del Granada en la búsqueda de su objetivo.